Dice el refrán que quien no se consuela, es porque no quiere.
Llevo cuatro días trabajando en Mercadona y estoy muy contenta. Aunque estoy reventada físicamente, eso sí. A día de hoy no conozco ningún sitio donde se trabaje tanto como allí, pero lo bueno que tiene es que las horas se te pasan voladas.
Justo el día que empecé, me encontré en la cola a un compañero de la carrera que ni siquiera vive por esa zona (las casualidades de la vida). A él, por fin, le van bien las cosas. Y digo "por fin" porque me consta que ha estado muchísimos años trabajando de becario hasta que por fin le han ofrecido este trabajo decente en el que está ahora.
Me pregunto qué sintió cuándo me vio: si se sintió de algún modo victorioso o si le dio pena verme como cajera. Tengo la enorme suerte de adaptarme a cualquier tipo de trabajo y conseguir que me guste a los pocos días, pero no puedo evitar sentirme como una fracasada frente a los que sí han conseguido triunfar en lo suyo. Con "triunfar", me refiero a trabajar de lo que se ha estudiado.
Hace más de medio año, me encontré a una chica con la que hice el Erasmus en Roma y que también es periodista. Ella volvió a la capital italiana a trabajar de lo suyo, luego trabajó en Irlanda y no sé muy bien qué hace ahora mismo pero por Facebook veo que cada dos por tres está de viaje. Y no me malentendáis; yo me alegro muchísimo por ella porque es muy buena persona. Pues me la encontré en Málaga de casualidad, como os decía, y nos contamos un poco cómo nos iba. Yo, por aquel entonces, trabajaba en Marks&Spencer y era bastante feliz porque me gustaba mucho mi trabajo. Ella me contó que trabajaba en el departamento de comunicación de una conocida empresa sevillana y no pude evitar venirme abajo nada más que me despedí de ella. Venirme abajo de ponerme a llorar en mitad de la calle, vaya.
Pero bueno, lo que más me gusta de trabajar como cajera en Mercadona es la cantidad de gente que conozco al día. Creo que puedo saludar cada día a más de 100 personas y, como muchas de ellas compran casi diariamente, al final siempre se crea una especie de "confianza" cajera - cliente que es bastante bonito.
Este es el tercer Mercadona en el que he trabajado. La primera vez estuve en un barrio obrero de Torremolinos; la segunda, en una zona muy turística de la Cala de Mijas; y ahora, me encuentro en una zona universitaria de Málaga. Es muy curioso cómo el tipo de cliente es súper diferente entre un supermercado y otro.
Ya desde mi primera tienda, me di cuenta cómo casi podías adivinar algunos rasgos de la personalidad o de la vida del cliente según su compra. Sabías que una señora mayor cuidaba de su nieto cuando te encontrabas entre caldos de pollo y "preparados para cocido" unos yogures de "mi primer Danone" o unos Dodotis. Sabías que ese treintañero vivía sólo, que probablemente comía más de una vez en casa de su madre y que, además, era un fucker, cuando semanalmente siempre compraba lo mismo: productos precocinados y condones.
Este primer Mercadona fue duro porque estaba en una zona regulera de Torremolinos. Que me perdonen los políticamente correctos, pero había un montón de marroquíes, muchos gitanos y muchos torremolinenses barriobajeros. En ese Mercadona nos robaban a dos manos, me llegaron a insultar y un señor hasta me hizo llorar una mañana (menos mal que una jauría de señoras mayores que estaban en la cola y me apreciaban le pararon los pies). Sin embargo, fui la confidente de muchas señoras mayores que hacían la compra, de esas que te pagan con el billete arrugado que tienen metido en el sujetador, y eso no lo cambio por nada. No faltaba la clásica que yo le recordaba a su nieta, la que se quejaba del marido y la que tenía a su hijo cuarentón en casa porque "ahora, a la pechá de años, ¿po no le dice la mujé que ya no lo quiere?".
Durante los cuatro meses que trabajé allí, fui una especie de cajera-psicóloga para muchas. A mí, que ya he dicho que me encanta hablar, me da mucha pena las personas que sientes que tienen necesidad de hablar. Que sabes que están solas y que les gustaría contarle sus cosillas a alguien pero, o no tienen a nadie alrededor o, si lo tienen, las ignoran. Así que yo siempre las escuchaba todo lo que me permitía la paciencia del siguiente cliente - que, lógicamente, solía ser poca - y se ponían súper contentas cuando estaban solas en la cola y tenían tiempo de sobra para charlar.
Un par de días antes de que terminara mi contrato, yo fui avisando a estas señoras de que me iba a ir. Mi sorpresa fue mayúscula cuando una buscó a la coordinadora del supermercado para decirle que yo "no me podía ir"; otra, incluso, me trajo dos estampitas de santos para que volviera pronto a ese supermercado y, si no, "que me fuera muy bien en la vida" y me partió el corazón una señora de 80 y pico años que se me puso a llorar y me dijo que me echaría mucho de menos porque me había convertido en su amiga y que "qué iba a hacer ella ahora".
Todavía guardo los santos en el mismo sobre de Endesa que me trajo una de las señoras |
Trabajar en un supermercado que tiene tanto éxito hace que tengas doscientas mil anécdotas a la semana que contar, porque te puede pasar de todo, como con la señora loca que me tocó anteayer:
Piluki - 2.79, por favor.
Señora - Toma, te doy 2.80. Y DEVUÉLVEME EL CÉNTIMO, ¿EH?
P - Sí, un segundo que se lo doy con el ticket. Aquí lo tiene.
Y, de pronto, al más puro estilo modaba salta:
S - ¡¡ESTO NO LO QUIERO PA' NA'!!
Y me tira el céntimo con toda la maldad a la papelera.
Ya os seguiré contando las cosillas que me pasan, que de nuevo me he pasado de largo escribiendo en la entrada de hoy :$ ¿Y vosotros? ¿Tenéis alguna anécdota que os haya pasado con algún cliente?
Un millón de besos.
Para otros triunfar es conseguir trabajo... mira el lado bueno de las cosas hasta que el karma te devuelva lo que te debe
ResponderEliminar¡Gracias! Aunque para el próximo comentario, ¡¡dime quién eres!! A ver si el karma te lee también y te hace caso jajajaj
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